Reflexiones del Camino Portugués
Introducción
En junio del 2024, Silvia y Tomás decidieron recorrer 295 kilómetros desde Oporto hasta Santiago de Compostela, a través del Camino Portugués. Trece etapas, trece días llenos de significado. Por un lado, estaba Silvia, peregrina argentina de Entre Ríos, de paso tranquilo y corazón abierto, dispuesta a buscar enseñanzas y dejarse llevar por las emociones en cada tramo. A su lado caminaba Tomás, un peregrino español con experiencia, paciente, de paso firme y corazón enorme. Este relato, narrado por Mabel —prima de Silvia y compañera de vida de Tomás—, captura la esencia de un viaje que fue mucho más que físico: un viaje espiritual, donde cada paso resonaba en sus pensamientos y en ese anhelo profundo de llegar a la meta, donde solo ellos saben lo que se siente y vive al entrar a la plaza del Obradoiro.
Relato de Mabel
Y aquí estoy yo, quien no caminó ni medio kilómetro del
Camino Portugués, escribiendo las reflexiones de dos caminantes excepcionales:
Silvia y Tomás. Personas enormes, por dentro y por fuera. La tarea no es fácil,
pero Silvia, con su generosidad, compartió sus pensamientos y aprendizajes
conmigo. Tomás también hizo lo suyo, a su estilo: breve, directo y con
precisión casi matemática. Así que aquí va mi versión.
Tomás no es un desconocido para este blog. En 2018, dejó su
marca tras recorrer el Camino Francés de principio a fin con Antonio, su gran
amigo. Ahora vuelve a ser protagonista junto a Silvia en este viaje que, en
junio de 2024, promete ser inolvidable.
Para Silvia, el Camino Portugués fue un torbellino de
emociones, una experiencia que sigue sedimentándose en su mente y corazón. Me
dijo: “El Camino es un proceso que no termina al llegar a la catedral. Es algo
que transforma nuestra vida cotidiana cuando volvemos a casa”.
Primero está la organización: las dudas, las ilusiones y esa
mezcla de miedo y entusiasmo. Luego, durante el viaje, llega la confrontación
entre lo imaginado y la realidad. Finalmente, al regresar, queda el desafío de
poner en orden tantas emociones y decidir qué hacer con todo ese aprendizaje
que deja el camino.
Silvia me contó cómo comenzó todo. En 1999, leyó El
peregrino de Paulo Coelho y decidió que un día haría el Camino de Santiago.
Pasaron 20 años hasta que finalmente pudo dedicarle toda su energía. En 2022,
completó los 120 kilómetros del Camino Inglés, una experiencia tan intensa que
decidió compartir el próximo reto con sus primas. ¡Y así nació la idea del
Camino Portugués!
Pero la vida, con sus vueltas inesperadas, tuvo otros
planes. La pérdida del padre de dos de sus primas, el tío Amador -mi papá,
cambió todo. Ellas no se sentían con fuerzas para continuar, y ahí entró Tomás,
primo por adopción y veterano del Camino, quien desde Madrid animó a Silvia a seguir
adelante con el plan.
“El Camino siempre te deja ángeles”, me dijo Silvia. Y Tomás
fue su ángel. Cada mañana, cada etapa, al llegar al hostal, con palabras
simples y muchas veces sin darse cuenta, le daba el empuje necesario para
seguir. Y entre risas y aliento, el andar se hizo menos pesado.
Todos los caminos son especiales, pero este tuvo una
antesala diferente. Fue improvisado, marcado por la tristeza y la
incertidumbre. Apenas tenían la fecha y el recorrido. La angustia por la
pérdida de un ser querido siempre pesa, pero a ellos les pesaba aún más, se hacía
sentir en cada paso, en cada kilómetro recorrido. Sin embargo, el deseo de
llegar hasta el Apóstol y dedicar el esfuerzo a la memoria del tío Amador les
dio fuerzas.
Así llegaron a Oporto. La primera etapa comenzó en la
catedral y, como si el destino quisiera probar su determinación, los recibió
con unas escaleras interminables que los llevaron hacia la costa. Y ese fue
solo el inicio de un viaje lleno de pruebas, aprendizajes y emociones que
siguen resonando.
El Camino, como la vida, es un recorrido de amor, pérdidas, perseverancia y magia. Silvia y Tomás lo vivieron así, dejando sus huellas no solo en los senderos, sino también en los corazones de quienes los acompañamos a través de esta crónica.